Historia



Fray Juan Seco, desde unas perspectiva algo fantástica, relata como Tubal, nieto de Noé, fundó Loja en el año 2164 a. C., bautizándola como Alfeia, al igual que su nieta. Independientemente de este rastro mitológico, las primeras huellas de humanos en Loja  datan del siglo XI a.C. en la zona colindante de lo que en la actualidad es Fuente Camacho y la Esperanza. Los restos de estos pobladores prehistóricos de la Edad de Bronce yacen también bajo el Barrio de la Alcazaba.  El primer “resplandor” urbano  de nuestro pueblo aparece en época fenicia, debido a transacciones culturales y comerciales.

No obstante, Loja adquirió su verdadera importancia urbana tras la llegada del islam. Esta cultura islámica ha tenido repercusiones fundamentales en aspectos culturales y monumentales. Loja se denominó durante ocho siglos Medina Lawsa, y es a partir de entonces cuando se localizan los primeros escritos, que testimonian la relevancia estratégica en la custodia de la Vega de Granada. Tras haber sido arrasada en 1226 por las tropas del rey Fernando III, Loja cae definitivamente, tras un corto asedio, en mayo de 1486. Personajes como Boabdil –que entregó la ciudad al rey Fernando el Católico–, Gonzalo Fernández de Córdoba –“el Gran Capitán” y alcalde de Loja, Aliatar, o el Marqués de Cádiz intervienen directamente o de forma indirecta en la toma de la ciudad. Loja empieza a ser conocida como “Flor entre espinas”, sobrenombre atribuido a la reina católica, en referencia al triunfo del renacimiento hispano por encima del entorno hereje islámico. En cualquier caso, los cambios se producen rápidamente tras la conquista: la ciudad se adaptó al renacimiento cultural y a la nueva estructura administrativa con el objetivo de transformarse en una ciudad moderna.

A principios del siglo XVI se realizan los primeros repartimientos de tierras, comenzándose a configurar el actual paisaje rural de Loja, que perdería la importancia que tuvo como ciudad fronteriza tras la expulsión de los árabes.

El siglo XIX será trascendental por los movimientos revolucionarios andaluces  (y más concretamente, la rebelión de campesinos de 1861), dirigida Rafael Pérez del Álamo y por la figura del general Narváez –“el espadón de Loja” –, que llega a la presidencia del gobierno de Isabel II. Loja pasa así a recuperar cierta relevancia.  

Loja comienza el siglo XX entrando otra vez en una etapa transitoria. Como hito reseñable, cabe mencionar, en el año 1912, la entrada del lojeño Francisco Jiménez Campaña (Padre Escolapio) en la Real Academia Española de la Lengua.

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